Lolo y Picasso. Cuando pintar es un acto.
“El propósito del arte es lavar el polvo de la vida cotidiana de nuestras almas.”
—Pablo Picasso
Vaya si hubo polvo en Bahía Blanca en marzo de 2025. El barro, marca espesa del agua que desbordó los arroyos, entró con un olor desconocido en la intimidad de muchas casas.
Conocí a Lolo en un taller de niños creado para acompañar las repercusiones anímicas de semejante catástrofe climática. Con un gesto digno de la más bella infancia, me dijo:
“Acá pinté barro. Y como tenía barro, lo pinté de blanco. Y le hice una ventana.”
Era la chimenea de un lugar que había alojado a familias evacuadas.
Es mítico que el Renacimiento empezara con el gesto de un niño. La anécdota de Cimabue, que descubre a Giotto en los campos de la Toscana, dibujando ovejas sobre las piedras con carbón, es de una enseñanza fundamental.
El arte es un acto de coraje.
Gestos con papeles, trazos, manchas, pinceladas, recortes, que hacen la vida más vivible. Incluso, a veces, más maravillosa.
En ese mismo taller, también hubo portales mágicos inventados por los niños para pasar a otros mundos. Pequeños actos de fe en el poder de fantasear, incluso en el lodo.
Conservemos ese gesto, ese coraje infantil.
Ese impulso a pintar ventanas en el barro, a dibujar ovejas en las piedras.